
El inicio de la etapa fue menos prometedor. Desde Astorga hubo que acercarse en autobús a Ponferrada, porque no era recomendable pasar por el puerto del Acebo. A poco de la salida el grupo se vio inmerso en una gélida niebla. La temperatura era de cero grados en esos momentos. Se llevaban recorridos poco más de diez kilómetros cuando David García se subió al coche. Tenía molestias en un tendón de Aquiles y optó por bajarse.
Antes de llegar a Villafranca del Bierzo, la niebla se había disipado. Los ciclistas hasta ese momento habían aprovechado para seguir el camino, pero al empezar a subir a O Cebreiro la nieve empezó a surgir de un modo tan progresivo como espectacular. A la salida de Astorga, los integrantes de la expedición habían podido verla a lo lejos, sobre las montañas que rodean a la ciudad leonesa, pero ahora la sensación era de una invasión, más intensa que la vivida en la primera etapa en Roncesvalles y que la se experimentara desde el autocar en el páramo leonés.
Los ciclistas hicieron agrupados toda la ascensión, gastándose bromas entre ellos y con el personal de apoyo. El sol brillaba con nitidez y la sensación era temperaturas superiores a los seis grados que en aquellos momentos marcaba el termómetro. La entrada en Galicia resultó tan inesperada como gratificante.

La penúltima etapa se acorta en veinticinco kilómetros por el avance dado a la séptima y pasa a ser la más corta de todo el recorrido con sólo sesenta, e irá de Triacastela a Palas de Rei.
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